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Castilla y León es la Comunidad Autónoma o división administrativa más grande la Unión Europea, en la que se cultivan más de 84.000 ha de viñedo distribuidas en 17 IGP. En los últimos años muchas de estas IGP están incorporando a sus Pliegos de Condiciones la posibilidad de cultivar variedades que habían estado en grave peligro de extinción en sus zonas de origen. Muchas de estas variedades casi se habían llegado a extinguir, ya que hace décadas no cumplían los estándares de calidad de los viticultores, ya sea porque no eran muy productivas o porque en el contexto climático de hace décadas no conseguían completar su maduración.

Hoy en día, con las condiciones climáticas actuales, muchas de estas variedades están demostrando un gran potencial agronómico y enológico. Agronómico, ya que son variedades productivas, resistentes a enfermedades y que logran completar su maduración; y enológico porque los vinos obtenidos por ellas presentan gran frescura, grado alcohólico comedido, tipicidad y personalidad propia, diferente a las características de las variedades más cultivadas.

Los vinos obtenidos de variedades minoritarias recuperadas en Castilla y León están marcando una ventaja competitiva frente a otros vinos de variedades internacionales, pues se trata de castas únicas y exclusivas de sus zonas de procedencia, que en la mayor parte de los casos pueden conferir identidad propia a una zona y reforzarla, reiterando la idea de que la comunidad de Castilla y León goza de una enorme biodiversidad que hace de este territorio algo único en el mundo.

Todo este trabajo ha sido gracias al proyecto de recuperación de Variedades Minoritarias llevado a cabo por ITACyL desde hace más de 20 años, que ha logrado ya incorporar una larga lista de variedades a los pliegos de condiciones de diferentes IGPs de Castilla y León. Algunos ejemplos de ello son las variedades Puesta en Cruz, Bruñal, Tinto Jeromo, Gajo Arroba, Bastardillo Chico y Mandón incorporadas a la DO Arribes; las variedades Estaladiña y Merenzao incorporadas a la DO Bierzo; la variedad Rufete Serrano Blanco incorporada a la DOP Sierra de Salamanca; la variedad Negro Sauri incorporada a la DO León y, por último, las variedades Bruñal y Cenicienta incorporadas a la DO Rueda.

Estas variedades ancestrales se presentan como una oportunidad para las IGP, por su capacidad de aportar frescura y novedad al panorama vitivinícola, ofreciendo nuevas características a los consumidores. Son variedades rescatadas del pasado que son sinónimo de futuro.